El #hashtag del odio

Hoy en día ya resulta habitual etiquetar el tema del que estamos hablando online con un hashtag o etiqueta, y, aunque no siempre ha sido así, este fenómeno ha surgido como elemento de activismo, como forma de elaborar campañas publicitarias o por mera diversion (González-Fernández, 2014). Sin embargo, tanta ha sido la moda de «taggear» aquello de lo que estamos hablando que ha llegado a alcanzar hasta aquellos temas de los que antiguamente sólo hablabamos delante de nuestros amigos y familiares en la intimidad que proporcionaban las charlas offline.

Es fácil, en este sentido, encontrar hoy en día las más hostiles manifestaciones en Internet sólo echando un vistazo a algunas etiquetas que usuarios publican en redes sociales como Twitter y Facebook, las cuales llegan incluso a alcanzar una alta actividad, convirtiéndose en Trending Topic verdaderas expresiones de odio.

Algunos ejemplos de ello son los hashtag así como

 

 

En cambio, resulta de interés como la actividad de esos hashtags comienza a generarse a raíz de unos pocos mensajes discriminatorios y de odio, y derive en una charla violenta que critíca esas expresiones discriminatorias, todo ello, produciendo una conversación que, en ocasiones, llega a ser Trending Topic. Esta mayor visibilidad del hashtag de odio provoca, a su vez, que se reproduzca una mayor respuesta en ambos sentidos, violenta y de odio.

En esta línea, las dudas que suscita este fenómeno viral son varias, ¿está de moda el odio online? ¿porqué aquellos que no están de acuerdo con el hashtag lo mencionan, produciendo así un efecto Streisand? ¿porqué determinados usuarios lanzan etiquetas con una carga tan discriminatoria y violenta? ¿es la solución a este fenómeno que Twitter impida que determinados hashtags alcancen el TT?

A pesar de que las investigaciones que se están llevando a cabo desde el Centro Crímina siguen la línea de las charlas que surgen online tras algunos atentados terroristas, una mera observación de ambos fenómenos (el odio como respuesta a un evento real y violento, y el odio surgido online como respuesta a un «evento» creado en línea) deja entrever que los patrones de comunicación responden a dos tendencias principales: un mensaje con un trasfondo referente a la violencia física o la incitación a la discriminación hacia un grupo determinado, y una respuesta violenta desarrollada mediante un lenguaje soez y hostil, dirigido de una forma indeterminada y en el que no se traducen intenciones reales.

Sin embargo, las manifestaciones de odio y discriminación hacia colectivos que surgen de forma latente en el ciberespacio, en relación con algunos eventos, suscitan interés en dos sentidos. De una mano, la charla social de odio y discriminación hacia un colectivo particular, en su conjunto, como un reflejo de una opinión social real que se manifiesta a través del ciberespacio. De otro lado, el sujeto que odia, como particular, y que «aprovecha» determinados eventos que producen gran alarma social para sembrar sus «ideas anti-«. Estos sujetos, los haters, son perfiles merecedores de un seguimiento, por su alta participación en diversos temas, políticos y sociales, y que utilizan las redes sociales como micrófono para emitir sus ideas y buscar adeptos a ella.

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